¿La familia es lo primero? La respuesta es sí. Pero en este mundo tecnológico de estar con todos y a la vez con nadie, hasta el núcleo familiar corre peligro. Ordenadores, videojuegos y móviles que, de manera inofensiva e inocua, entran en nuestras casas, en nuestros seres queridos y hasta en nosotros mismos y que pueden transformar nuestro hogar, sin quererlo ni saberlo, en un erial frío y gris.
¿Podrán el calor del presente y el pasado enfrentarse al frío futuro?
Creamos espectáculos multidisciplinares en los que el discurso crítico es el denominador común. Títeres, danza, teatro de máscaras... Las historias que contamos no serían nada sin el mensaje subyacente. Creemos firmemente que el teatro es una herramienta con la que invitar a la reflexión a grandes y pequeños sin necesidad de que la magia desaparezca.
Teatro necesario, sin chabacanería ni melosidad. Teatro bien hecho, de ese que transita del corazón a las entrañas del espectador para contar verdades actuales. Así es DEMO, Elegía del momento, la nueva y preciosa creación de La Buena Compañia
Un actuación limpia y precisa con un ritmo trepidante y un meollo importantísimo: la dependencia de los jóvenes, y no tan jóvenes a los dispositivos y las pantallas.
Andrés Molinari - Critico teatral
Diario IDEAL
Premios y Reconocimientos
Mejor Espectáculo Familiar Teatro de Rojas (finalista)
Mejor Espectáculo Familiar LORCA 2022 (finalista)
Mejor Dirección LORCA 2022 (finalista)
Mejor Música Original LORCA 2022 - Ganador
Selección CINTA 2020 Jóvenes Innovadores Andaluces
Mejor espectáculo infantil, juvenil o familiar Premios MAX (Candidato)
Feria de Teatro en el Sur Palma del Rio
Feria de Artes Escénicas de Castilla la Mancha
Ciclo de Teatro Familiar Vividero del Teatro Español
Festival TeMudas de Las Palmas de Gran Canaria
DEMO. Elegía del momento es una apuesta teatral de La Buena Compañia, que resulta muy interesante, creativa, reflexiva, realista y estética, muy estética, y pone de manifiesto la incomunicación a la que se llega en la sociedad tecnológica actual cuando todos los miembros de la familia viven amarrados a la adicción a la pantalla, ya sea de la tablet, del ordenador y, sobre todo, del móvil.
La creatividad del colectivo La BuenaCompañía con Chema Caballero y Ángela Bodega en el timón, está fuera de toda duda. Solo hay que ver, y gozar, este espectáculo que sorprende y fascina, en el que se aúna en un todo el teatro de máscaras, los títeres, la danza, la expresión corporal detallista, la iluminación contrastada del claroscuro, la escenografía imaginativa y un contenido realista que puede ser perfectamente comprendido por todos los miembros de la familia desde los más pequeños a los abuelos.
En la obra se aborda un tema tan delicado y tan real, y tan del día a día de todos nosotros hoy, como es el de los peligros de las nuevas tecnologías, su adicción y el uso abusivo, algo que está afectando claramente a las relaciones de las personas en el seno de la familia. En un trayecto temporal no muy largo este apantallamiento hace de las personas seres aislados, donde se pierde lo que antes eran relaciones de colaboración y afecto. Y lo mejor de esta apuesta teatral multidisciplinar es que, además de informar y educar, entretiene, ilumina y divierte.
Espectáculos como DEMO. Elegía del momento, no solo dignos, sino artísticamente sobresalientes, son los que se deben ofrecer a los espectadores más jóvenes y a lo que entendemos como “público familiar”. Lo bueno tiene que ser para todos; lo mejor, para los más jóvenes. Por eso, la propuesta del grupo The Nose Theater sobre un tema tan actual como inusual para públicos familiares, se conforma como un espectáculo sorprendentemente hipnótico por su contenido estético, poético y empático, en el que el espectador se ve incluido y envuelto y no tiene escapatoria ante las preguntas sobre las que gira la historia que se representa en el escenario: ¿Es adecuado el uso que damos a la tecnología?
Lo bello no nos evade de la realidad, nos la pone aún mas cerca, nos la sienta al lado en la butaca, junto a ese móvil que tenemos apagado durante la función y, seguramente, notándolo entre las manos.
Ya desde el inicio conmueve con un chispazo espectacular y bellísimo: un número sutil de ballet y una melodía coral impactante que nos recuerda el Carmina Burana de Orff. Y sigue y sigue sin decaer en ningún momento. Iremos viendo, con ese espejo del alma que la máscara nos ofrece, cómo la familia, compuesta por una abuela, un padre, una madre y una hija, va cayendo en las garras perversas de las tecnologías de pantalla: primero la televisión, después los juegos digitales que se comen lo más profundo del corazón y la cabeza, y se van estresando, distanciando, enfriando sus relaciones y convirtiéndose en individuos aislados pegados a un móvil y devorados por la araña que teje las redes. Y todo esto nos lo cuentan con movimiento, con danza, con expresión corporal, con luz y sonido y sin necesidad de palabras. Y se entiende todo y lo entienden todos, desde los nietos a los abuelos.
La obra es un auténtico espectáculo, muy diverso en las técnicas interpretativas (mimo, danza, manejo de marionetas, teatro de máscaras), que producen escenas variadísimas. Por destacar algunas que llaman poderosamente la atención, ahí está una tan poética como la del sueño de la niña lectora de cuentos; otra que impacta es aquella en la que los actores bailan en la oscuridad total una danza solo iluminada -¡y qué bien iluminada!- por las luces de los dispositivos electrónicos que enfocan sus caretas y que se encienden y apagan con sorprendente sincronía y en la que los cuerpos se deslizan con una habilidad, una elasticidad y una plasticidad admirables.
Chema Caballero (director de escena y dramaturgia) y Ángela Bodega codirigen este trabajo que revela la verdadera muestra de una labor de equipo y un compromiso colectivo en el que se han investigado hasta los más nimiosdetalles expresivos. Y en el resultado está patente la profesionalidad y la «escuela» que sustenta tanto la interpretación como lo pedagógico de su propuesta. Y en el fondo se adivinan nombres de referencia como los de aquel extraordinario Marcel Marceau, en cuya escuela bebe el colectivo a través de su discípulo José Piris , que se ha encargado de introducir al elenco en el trabajo gestual y con máscara; está José Dault, que ha supervisado el trabajo de interpretación con la máscara expresiva; y se nota la presencia espiritual de Sharon Fridman, que se encarga de supervisar el movimiento y coreografiar el espectáculo. Pero sobre todo están Ángela Bodega, Almudena Ballesteros, Beatriz Caballero, Margarita de las Heras y Chema Caballero con un trabajo impecable en el escenario que busca la excelencia, con muy buena competencia y con mucho duende, duchos en múltiples disciplinas y con una formación integral para lograr lo más difícil: transmitir emociones en un espectáculo mudo. Así que, más que adjetivarlos superlativamente, prefiero lanzar un grito de pregonero y decir muy alto: «¡señoras y señores, niños y niñas, padres y abuelos!, vengan al teatro, pasen y vean algo que les va a maravillar».
La escenografía de Carlos Monzón que parece sencilla es asaz compleja y está en continuo movimiento y transformación. Es un parte más del puzle de la creatividad que compone todo el espectáculo. La música de Iván Mon je acompaña de forma magistral las situaciones y enmarca emociones, contrastando el lirismo del violín con los sonidos cacofónicos de los aparatos tecnológicos. Los figurines de Laura Léon están a tono con el conjunto y dotan junto a las máscaras de un verdadero contenido caracterial a los personajes. La iluminación de J. C. Tama , ya lo hemos dicho, es otro elemento más en esta red de buenas relaciones escénicas y se conforma como un recurso dramático muy significativo.
DEMO. Elegía del momento, de la compañía granadina The Nose Theater, merece aplausos, como los muy efusivos que le concedió el público toledano del Teatro de Rojas, pero sobre todo merecen que los vean, que los programen, que giren por todos los escenarios de España y del mundo, pues su propuesta es realista y es estética, es teatral y es humana, es la verdad de la vida, es la magia que estimula la fantasía y el espíritu crítico y, además, es para toda la familia y para cualquier país, como espectáculo de mimo que es. Ellos ya ponen el trabajo, ahora solo falta que la pandemia permita acoger más público y que los buenos programadores, esos que atienden a la calidad, antes que otras minucias, contraten muchas funciones a propuestas como esta. Teatro para la familia, sí, pues la cultura necesita ser impulsada desde pequeños para ir creando entre todos una sociedad mejor.
Critica del periodista del periodico Ideal Granada Andrés Molinari
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